Sólo vestigios, recuerdos que insisten. Dejar de esperarte, y así vendrás, sin querer quitarte, lo que llevas atrás. Alivianar estos días, en los que pesa el cielo. Y arde... ...El laberinto de tu mirada, la porcelana de tus labios. Desvelan mis latidos, hasta que se desviste la noche, sin querer se anidan... ...Aunque ya volarán. Y siempre hay un fin... ...sólo el eco de suspiros que se alejan, palabras que se descosen.

Poesía

Grita tragedia y espanto, llora melancolía, nada apacigua su llanto, muere y desarma al mediodía. Yo que la quería, todo me daba, garantías no había, yo que la cuidaba. Y con pies desequilibrados, y letras rápidas en su andar, se comió el cuento de hadas, e intentó escapar. Así desaparece intermitente, así vuelve cuando siente, le pesan las manos en el agua, escupe versos y eternas miradas.

Te estás apagando, te desintegras, te desvaneces, desapareces. No parece haber vuelta atrás, al menos hoy, de pronto decides irte, y luego ya no estás. No quiero una despedida, pero te consumes con cada letra, palabra, frase, me quedo sin alternativa, más que la de dejar que pase... Queda el ocaso de ti, te vas nublando, un destello crepuscular, te vas acabando.

Se quedan en el tintero, se apagan en el cenicero

Te recuerdo exactamente como eras,
cuando tu olor se confunde con mi andar,
recuerdo tu palpar con el pulso a flor de piel,
cuando me golpea entonces un flash hasta tus sábanas.
Me interrumpe solamente,
seguir transitando,
entre las distancias eternas,
los sonidos intermitentes,
las luces saturadas pero siempre tenues.
y no me lleven a ti...
...y si la luz que encendía tu mirada era la vela para mis pesadillas,
mis embrujos, y todas tus lunas
y el lente de las fotografías borrosas en sueños risueños.
Es a caso inútil, recorrer tus inalcanzables labios
es a caso inútil, lo inútil
si puedo flotar en el humo que salía de tu ventana,
hoy único testigo de las cenizas de las mil noches.

Míos

Se miraban entre ellos,
de reojo a mi,
se retorcían de risa,
escalofríos que no comprendí.
Se anidaban silenciosos,
entre mi piel y mies huesos,
se bebían hambrientos,
la sangre para cuando los pienso.
Su trampolín, mi absurda cuchara en el simulacro de un té desabrido,
la miel una dulce sustancia,
un placer inconsistente,
perfectamente soluble, olvidable.
Chapoteaban en la saliva de mis insultos,
gritaban eufóricos por los toboganes de mis arrebatos,
se bañaban en mis lágrimas,
de verano sin zapatos.

Y de noche los confundí,
ese carnaval de tambores no eran ellos enfiestados,
cuando haberlos aniquilado creí,
en mis puños no había más que mis latidos cansados.

Sin golpear...

vértigo,
despegue sin alas,
abismo,
laberinto en ecos.
soledad,
la tarde anestesiada,
sequedad,
de tanta pasión derramada.
náuseas,
descomprimiéndose el oxígeno,
desapego,
nada pasó desapercibido.
ardían mis huesos,
mientras se helaba mi carne,
se iban quedando presos,
los latidos en mi sangre.
fatiga,
forzoso llamado a la calma,
aterrizaje,
instrínseco vaiven del alma.

Así

Lanzándose al cielo,
con júbilo encendido,
llegando más alto,
se quede prendido.
La inquietud dormida,
el pulso intacto,
la belleza pura,
de un solo acto.
Espiral sensacional,
fantasía golpeada,
entre el bien y el mal,
suspiro de hada.
Por los ojos de un añejo bosque,
la melodía tierna y desnuda,
los ecos hondos y risas huecas,
la tierra viva, la mano muda.